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miércoles, 30 de marzo de 2011

La universidad y la empresa


¿Qué tendrá que ver la avutarda con la Universisdad y los empresarios?

Desde que tengo uso de razón, que no hace tanto -y a veces dudo de tenerla-, me acompaña la idea de dos realidades separadas, dos universos paralelos que no encuentran un lugar común donde colaborar -hay excepciones-, y a pesar de todos los intentos por ambas partes y por otras muchas también interesadas, no ha habido forma de conseguirlo. Se han cambiado rectores, han nacido nuevas empresas, algunas se han mantenido, otras han cerrado, pero ni con esas. Como entre los genes del empresario existe uno al menos que es inconformismo, desde el CEL, recientemente hemos hecho un nuevo intento que no será el último a juzgar por la experiencia. Pocos objetivos, casi ninguno, establecer un canal permanente de comunicación, y punto.

Y la verdad es que es sorprendente como la empresa y la universidad viven de espaldas, me recuerda a España y Portugal, verdaderos vecinos de comunidad, con todo lo malo y nada de lo bueno. Pero ahí están, y por mucho que se empecinen la realidad es terca. Pues ni con esas. Seguramente ambas partes tengan su responsabilidad en este problema, aunque me inclino más por la de la universidad y lo razono.

La empresa y el empresario en particular son ajenos a las posibilidades que ofrece o puede ofrecer la universidad, sobretodo porque parece lógico pensar que está focalizado en su negocio y yo diría que bastante tiene con eso. La universidad por su parte es la que dispone de unas posibilidades y de unos recursos que ha de comunicar, en la certeza de que sin un agente que los utilice carecen de aplicabilidad como motor de desarrollo. Es ejemplarizante el caso del supercomputador de la Universidad de León, uno de los más potentes a escala planetaria que duerme el sueño de los tranquilos, ajeno a los usos para los que fue creado. El desconocimiento no ya de sus posibilidades, sino de él mismo es absoluto en la sociedad leonesa y en particular en el mundo empresarial. Y ojo que no fue barato, una inversión de más de cuatro millones de euros, ahí queda eso.

Previo a esa desconexión y causa de ella, existe a mi entender un grave problema difícil de solventar, y es la concepción endogámica propia de la Universidad, algo así como "todo en mí, nada sin mí", que la impide una percepción real y ajustada del mundo que la rodea. Los investigadores se centran en lo que les gusta investigar, con o sin aplicaciones prácticas. Y me explico el supercomputador (ojo que es de Castilla y León), entre las pocas o poquísimas en que se viene empleando es la investigación del vuelo de la avutarda -u otro pájaro similar, que ahora no recuerdo, ni la verdad quiero-. Nadie en el mundo sabe más de avutardas. Y está bien es loable ese esfuerzo investigador y esa concentración de intelectos, no lo dudo, pero me parece que es un resultado escaso, o sobran alforjas o falta burro, una de las dos. Y más allá de ese ejemplo, no parece razonable que la universidad desarrolle un programa de creación de empresas o de emprendedurismo (rara palabra donde las haya, dudo que esté en el diccionario, pero como ellos la utilizan yo también, no voy a ser menos, faltaría más), y que no participen los verdaderos emprendedores que son los empresarios actuales. Pues ocurre. Y nos lo cuentan así limpio de aderezos, sin polvo, ni pajas; y se quedan tan anchos. Para mí, desde la otra parte, me parecería algo vergonzante hablar de pesca y no contar con los pescadores, o hablar de legumbres y no preguntar a mi buen amigo (mejor persona) Venancio para que me ponga al corriente del tema, la verdad está ahí fuera. En qué se puede parecer, Dios mío, un empresario a un catedrático. En qué un huevo a una castaña.

¿Qué puede saber del riesgo, del mercado, de la competitividad, de las relaciones laborales, de la estratégia, de la atención al cliente, de buscar financiación cuando te la deniegan, de vender un producto, o de despedir a una persona? Pero además me pregunto yo, ¿puede saber algo?

Algunos pueden pensar que ni falta que hace. Pero lo cierto es que hace falta. Estudios de la propia universidad indican que una minoría de los alumnos que piensan acabar sus estudios van a montar un empresa. Y si ellos no las crean ¿quién lo hará?

La universidad o más bien las personas que forman parte de su estructura consideran un mundo hermético, limitado y controlable, por eso es muy difícil encontrar catedráticos al frente de una empresa. La empresa es todo lo contrario a su hábitat natural. Se mueve, es dúctil, no tiene reglas ni manuales. Recientemente, cuentan, que era preguntado un empresario japonés sobre los factores que tenía en cuenta para tomar una decisión y respondió que "muchos, algunos a corto plazo, otros a medio y no pocos a largo. El entrevistador se sorprendió al ver que consideraba tanto cada horizonte temporal y le preguntó a qué se refería con cada lapso de tiempo, a lo que respondió  muy serio: "probablemente, diez minutos". Así opera el mercado hoy en día.

Son sólo ejemplos. Esperemos algún cisne negro (otro día hablaremos sobre ellos) y que se rompa la repetitividad de la Historia.

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