Etiquetas

cuentos (15) dirección (34) ecología (3) economía (110) energía (7) exterior (19) innovación (20) laboral (39) León (53) Noticias (88) política (70) tendencias (39) turismo (10)

lunes, 14 de marzo de 2011

Una nueva oportunidad para Keynes

Aunque parezca mentira y a cualquier persona con dos dedos de frente, que sepa poner un pié delante del otro para andar erguido, le baste para asegurar que destruir un bien es en sí mismo una mala noticia, aparecen voces muy reputadas en el mucho económico y empresarial, convencidos de que el desastre de Japón es una buena noticia porque representa una oportunidad de negocio que antes no había. Ahí queda eso.

Las razones que soportan este dudoso argumento descansan en las teorías keynesianas: la destrucción implica un nuevo esfuerzo en la reconstrucción, que supondrá un sumani financiero dirigido a las nuevas inversiones de todo lo
  que ha sido destruido, así la demanda del país experimentará un extraordinario incremento que a su vez tirará, al menos temporalmente, de los indicadores nacionales del PIB
 (es una magnitud de flujo que se pone a cero al principio de año), con lo que oficialmente el país crece.
 La verdad es que el razonamiento teóricamente es irrepochable, pero la realidad no es como el  papel, que lo aguanta todo; cualquier persona es consciente que reconstruir algo se ha destruido es un perjuicio que hay que soportar, porque hemos de emplear recursos en algo que ya disponíamos, dejando huérfanos a cambio, otros usos potenciales que esperarán mejor ocasión o desafortunadamente nunca verán la luz. 

Me recuerda un cuentecillo sobre un niño que  rompe jugando, el cristal de una casa, su propietario muy enfadado le regaña, pero sus vecinos le calman explicándole que el hecho no es tan malo, porque al poner uno nuevo está dando trabajo a un cristalero y este a sus proveedores y así sucesivamente: el país se enriquecerá con su pedido, así que en vez de regañar, agradezcámosle su chiquillada.

Este razonamiento podría hacernos pensar que destruir, quemar o eliminar objetos puede ser bueno para la economía de un país, es “lo que se ve”: romper un cristal, trabajo para el cristalero, pedidos para los proveedores, más trabajo y empleo, riqueza para el país. Pero hay mucho más “que no se ve”: en primer lugar el propietario, que paga por el cristal roto, tiene una pérdida (volver a colocar uno nuevo para tener la misma satisfacción previa a la ruptura del cristal), que compensa el beneficio del cristalero por lo que el razonamiento anterior no es cierto; pero además deja de gastar esa cantidad que ahora no tiene, en lo que le habría satisfecho de tenerlo entero, por ejemplo un libro o un sombrero; así el proveedor de ese servicio (v.g. librero, carpintero, modisto) ha perdido el valor del cristal con lo que la sociedad también.



No hay comentarios:

Publicar un comentario