Etiquetas

cuentos (15) dirección (34) ecología (3) economía (110) energía (7) exterior (19) innovación (20) laboral (39) León (53) Noticias (88) política (70) tendencias (39) turismo (10)

lunes, 9 de mayo de 2011

Control de Gestión. El viejo capitán.


Él era ya viejo desde que nació, aunque ahora lo demostrase su canosa barba blanca, una gorra de marino y una chaqueta azul con abotonadura dorada -allí donde se mantenían con más miedo que otra cosa, porque una vez desprendidos no había marcha atrás- y llena de manchas.
Para él nunca hacía calor, ni frío. El rostro cuarteado como una estera, lleno de arrugas y oscuro (casi chamuscado). Los ojos entornados como si siempre estuvieran mirando el sol, incluso de noche. Toda su vida la había pasado en el mar, o la mar como él decía.  Ella era su destino y había sido su origen. Creció sobre las tablas de un barco, con el crujir permanente de la estructura al compás de las olas del mar, que unas veces tiernamente la acariciaban y otras quería hacerlas estallar encolerizada. De todo eso aprendió.
Hoy era el capitán de un mercante que a pesar de llamarse “Lince”, la gente del mar lo conocía por el valiente. Allí donde nadie se atrevía a navegar él rompía las olas llevando la preciosa carga a las seguras aguas del puerto de destino. Muchas veces había luchado contra las tormentas, algunas terribles, que hacían gemir a la embarcación un aliento postrero. La tripulación pronta al pánico, aullaba como loco ante el funesto futuro. Nadie sabía muy bien porqué abandonaban el calor y la seguridad de su hogar en pos de una aventura incierta bajo las ordenes del viejo capitán. Porque una y otra vez salían del puerto cantando a pesar de la oscuridad que se cierne apenas se abandona el puerto, ni porqué obedecían con tanta rapidez cualquier indicación que se hiciera. Pero lo cierto es que lo hacían. Encantados dejaban a sus familias y afrontaban una nueva jornada y luchaban contra la Naturaleza. Sí, desde luego que sabían el porqué de su comportamiento: ese pequeño anciano, que escudriña alrededor, es el causante de esa sinrazón. Confían en él, en su experiencia y en algo más, porque tenía que haber algo: muchos capitanes poseían tanta experiencia como él y habían alcanzado logros mayores pero nunca se embarcarían con ellos, y entonces sí pesaría el calor del hogar y la negrura del horizonte y el miedo a la Naturaleza.
Todos recuerdan claramente cómo llega la tormenta en alta mar, sin aviso, por la espalda y como el caos el miedo y la desconfianza se adueñan de la pequeña cáscara de madera rápidamente. Y siempre el viejo, plantado en cubierta, con la mirada fija ajeno a l desconcierto imperante –se diría que llega el fin. Tranquilo, vuelve su espalda al ajetreo general y se encierra en su camarote, abre un cajón de su desordenada mesa y saca un cofre, tan viejo y destartalado como él mismo. Lo abre, sólo hay un pergamino, de la misma edad de sus congéneres, lo lee cual sacerdote después de repartir la comunión, con la misma solemnidad, repite los movimientos en orden inverso. Ha sido un momento. Sale de su camarote, vuelve al puesto de mando y con una confianza infantil, con una voz ronca, apenas audible ordena las indicaciones oportunas que habrían de sacar a la embarcación del peligro.
Era el capitán más querido y respetado del puerto. Todos estaban orgullosos de pertenecer a su tripulación de recibir sus órdenes, de ser su equipo. Pero un fatal día de septiembre, atravesando el mar Báltico, encontraron a su querido capitán muerto en su camarote, descansando finalmente de los esfuerzo de una vida dedicada al mar. Y uno de ellos, el más valiente, se acercó a su escritorio, abrió el cajón y encontró un cofre. Ya lo había visto muchas veces. Con un respeto místico extraño para una persona educada en la estrechez de una embarcación abrió el cofre y de igual manera tomó el viejo pergamino, cual si fuera la cosa más delicada del mundo - un niño recién nacido-, lo desenrolló y leyó lo que contenía escrito, la fuente de la sabiduría:
“derecha, estribor; izquierda, babor”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario