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jueves, 16 de junio de 2011

La albañilería financiera. Los dos judíos

Isaac y Levy son dos joyeros instalados frente a frente en la misma calle. Un día Isaac compró por sólo diez dórales un collar de finísimas perlas. Fue tanta su sorpresa que inmediatamente cruzó la calle para enseñárselo a su viejo amigo Levy, que también quedó maravillado de la calidad y perfección del objeto. “Véndeme ese collar –suplicaba- justamente acabe de prometerle uno parecido a mi esposa Rebeca, con este ella estaría encantada.
Aquí tienes once dólares”. Isaac en prueba de su amistad, de largos años, se deja convencer y le acepta la oferta, a fin de cuentas es una buena operación comercial. Pero por la noche, se la comenta a su esposa que muy enfadada le hace saber que le ha estafado, que seguramente valiese mucho más –de ahí su empeño en adquirirlo, pensó su marido-, ¡Recupéralo, al precio que sea! Bramó su esposa.

A la mañana siguiente Isaac cruzó de nuevo la calle y con lágrimas en los ojos imploró a su amigo que le vendiese el collar, “mi esposa se enfadará, si no se lo llevo esta noche”.  Levy se apiadó de su amigo, “ya encontraré algo para Rebeca, dame doce dólares y estamos en paz –a fin de cuentas son negocios-“. Y así cada uno a su casa. Pero una vez allí Levy que no puede dormir tranquilo consciente que el collar vale más de trece dólares decide recuperarlo y a la mañana siguiente lo hace por catorce dólares. Al día siguiente se lo vuelve a comprar Isaac esta vez por quince y así siguieron un tiempo.

Hasta que un día de verano, de mucho calor, a primera hora de la mañana Isaac vendió el collar por cuarenta y cinco dólares a un turista que pasaba por allí. Poco después llega Levy muy ufano pavoneándose con veintisiete dólares en la mano, que deposita en el mostrador mientras dice “el collar”. “Ya no hay collar”, responde Isaac, “lo acabo de vender ahora mismo era una turista americana, la ofrecí cuarenta y cinco y aceptó”.
Levy que se estaba poniendo poco a poco pálido, se desploma cuan largo, y a duras penas consigue balbucir unas palabras: “¡Lo vendiste!¡Vendiste nuestro collar! Pero desdichado, con ese collar agradablemente, de forma sosegadas cada uno de nosotros ganábamos un dólar diario. ¿No te das cuenta?¡Has vendido nuestro sustento!”

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