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domingo, 22 de abril de 2012

Capitulo XXXIV

Mucho tiempo después frente al pelotón el coronel Aureliano Buendía había de recordar el día que su padre le enseño el hielo,… Así más o menos empieza la novela Cien Años de Soledad, y así debería recordar Rajoy el veinte de noviembre de 2011, de la misma manera que el joven Aureliano tomara entre sus manos un pedazo de hielo, con sorpresa, con desconocimiento y con un escalofrío que debería recorrerle la espalda, así recibió la feliz noticia asomado a un balcón en la calle Génova, villa y corte de reyes.
Y lo cierto es que tenía razones para tanta alegría. Nunca antes el país, al menos libremente, había dado un respaldo similar: quería cambios y los quería ya. La realidad está siendo descorazonadora, las expectativas, tan elevadas en el inicio, van derritiéndose poco a poco y lo que creyó una pieza traslúcida de increíble belleza que nada tiene que envidiar a un diamante, a poco más de cien días, se convierte en un liquido común, un bien libre, sin ningún valor económico, vamos se convirtió en Zapatero.
Una reforma laboral por aquí, una huída de los medios de comunicación por allá, un acojone generalizado, un problema familiar con una prima rebeca que va de botellón en botellón, sin rumbo, pero cada vez más cargada y unos padres o padrastros con compromisos de familia pudiente venida a menos. Añádase a este lio familiar un Rey de cazado de cacería, un yerno que le gustaba la albañilería financiera, corrupciones y corruptelas sin responsabilidad, se obtiene un país descorazonado, sin rumbo y desesperanzado.
Y en este circo no podían faltar los enanos, se empecinan en crecer: la joya de la traída internacionalización de nuestra economía, Repsol sufre el mayor robo que se recuerda, y mira que aquí estamos acostumbrados a esos vicios de lo ajeno;  no es oportunismo que conste, es el principio de causalidad, donde todo tiene un origen y una consecuencia. España ha ido perdiendo a marchas forzadas peso internacional y el resultado es este: esperemos que no sea la chispa de nuevas expropiaciones, porque entonces sí que puede ser el principio del fin de nuestra economía, limitada y presa en esta inestable zona geográfica, llena de caciques y de iluminados. Por cierto sigo sin entender para qué vale la UE. Por favor que me lo expliquen.
Pienso como pensaba el primer día después de la subida de impuestos generalizada, y vuelvo a cantar la cancioncilla que hizo famoso a Zapatero, su gran hit intitulad  “si no sabes gobernar a qué te metes”. En el niño, Aureliano, cabía la sorpresa nunca había visto el hielo, su aldea, Macondo era tan reciente que muchas las cosas no tenían siquiera nombre y se las refería apuntándolas. Pero Rajoy no tiene esa justificación: en este periodo le achaco imprevisión, falta de proyectos e ignorancia general. Va a resultar y los días que pasan lo van confirmando, que como denunciaban los socialistas va a ser que no tenía soluciones.
Y tampoco me vale la justificación del errático y casi delictivo cambio de gobierno, ¿acaso no sabía de las argucias propias del PSOE, o al menos no las suponía? Si así era, que Dios le guarde esa inocencia, porque tiene mucho mérito en política llegar así virgen de cuchilladas y inmaculado de traiciones.
Este país, que lo aguanta casi todo –la tercera legislatura de Zapatero sería el sumun- necesita todas las reformas que los despropósitos de nuestros políticos ha ido acumulando a lo largo de estos últimos treinta años, algunas dolorosas y otras no tanto. Entiendo y me gustaría justificar esta tibieza directiva en la brevedad del cargo, aunque más bien mis sospechas recaen en la naturaleza del candidato y hoy presidente. La base de las reformas - el compromiso de déficit –descansa en sacrificios de los ciudadanos (uno más) y no en los necesarios cambios estructurales que tanto predica. Porque a día de hoy el panorama no varía: recortando en educación no mejoramos el nivel del alumnado, ni la sanidad, ni la justicia, etc. Es fácil que se produzca el efecto contrario.
La calidad y la excelencia se consigue no a base de tijeras, sino cambiando las reglas de juego, con reformas profundas que afecten a la estructura del proyecto. El copago, la revisión de las autonomías, el adelgazamiento de la administración y tantas otras posibilidades que el Gobierno parece sondear en la opinión pública a través de comparecencias y contra-comparecencias, no hacen más que ahondar en la debilidad de nuestro sistema y de las condiciones sociales que hasta ahora hemos conocido y disfrutado.
Además hay un momento para todo, más para lo doloroso: antes mejor que después. Ya lo decía el conde Lucanor: y lo doloroso ya decía el conde Lucanor: “si al comienço non muestras qui eres,nunca podrás después cuando quisieres”.

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